Tras un par de años de beneficios récord en el sector del automóvil, los fabricantes de vehículos afrontan un cambio de tendencia marcado por caídas en beneficios y en las propias matriculaciones. El motivo: una demanda de vehículos eléctricos que no termina de despegar en Europa, sumada a la feroz competencia de China.
El sector afronta un reto sin precedentes, que ha llevado a Europa a implantar inluso una medida histórica de aranceles a sus vehículos. La pregunta ahora es, cómo salir de este impasse sin que se desmorone la industria local europea.
Demanda estancada de vehículos eléctricos en Europa
Uno de los mayores desafíos para la industria de la automoción en Europa es el lento crecimiento en la demanda de vehículos eléctricos (VE). A pesar de que Europa se lanzó a regular el fin de los vehículos de combustión, la realidad es que los consumidores europeos no han mostrado un entusiasmo masivo hacia los VE.
Tanto es así que la flota de vehículos eléctricos está 450.000 unidades por debajo de lo previsto, a la vez que la flota general ha perdido dos millones de unidades desde la prepandemia. El consumidor está confuso, no sabe qué tipo de vehículo comprar, y por lo tanto retrasa la compra de coches en general.
Este estancamiento en la demanda está teniendo un impacto significativo en los resultados económicos de las compañías, que habían apostado fuertemente por una transición hacia la electrificación como una solución a largo plazo para la sostenibilidad y la reducción de emisiones de carbono.
¿Qué factores están influyendo?
En primer lugar, el coste de los vehículos eléctricos sigue siendo elevado en comparación con los vehículos de combustión interna tradicionales, concretamente entre los 5.000€ y 18.000€ más de media en Europa. Aunque los precios sí que han comenzado a bajar en varios modelos, los VE siguen siendo una opción en precio más costosa para la clase media, que es la que tradicionalmente tracciona las ventas de vehículos. A esto se suman las grandes incertidumbres que tiene el consumidor sobre la gestión de ciertos componentes de alto valor, como las baterías de litio, cuando llegan al fin de su vida útil.
Asimismo, la infraestructura de carga en Europa aún está en desarrollo, lo que genera dudas entre los posibles compradores sobre la conveniencia y accesibilidad de la carga, especialmente para aquellos usuarios de áreas rurales. En España existen actualmente 32.422 puntos de recarga. De continuar al ritmo actual, no se alcanzará la previsión para este año, fijada en 64.000 puntos de recarga, necesarios para cumplir con los objetivos de descarbonización marcados por Europa.
En cifras de venta, durante el primer trimestre de 2024 se vendieron 27.077 turismos electrificados en España, lo que representa solamente el 9,7% del objetivo anual, fijado en 280.000. Un ritmo lejos de lo establecido, que debería haber registrado ya cerca de 70.000 unidades en el primer trimestre. España se sitúa así lejos de los objetivos climáticos del “Fit for 55”. En consecuencia, la actividad de fabricación y venta de vehículos en España cayó un 8,77%, lo que ha llevado al segundo trimestre del año a cerrar 52.800 empleos menos en comparación con el mismo período del año anterior.
En clave europea, en junio de 2024 las matriculaciones eléctricas disminuyeron un 1% en todo el bloque. A pesar de un crecimiento significativo en países como Bélgica (+50,4%) e Italia (+117,4%), estas ganancias no pudieron compensar caídas de dos dígitos en los otros mercados principales: Alemania (-18,1%), Países Bajos (-15%) y Francia (-10,3%). De manera global, las ventas de coches en Europa han alcanzado 1.087.699 unidades. Una cantidad de automóviles matriculados que, si se compara con el mismo del ejercicio anterior, supone un retroceso del 2,5%.
Competencia feroz de China
A este complejo escenario se suma la creciente competencia de los fabricantes chinos, que han irrumpido en el mercado europeo con vehículos eléctricos más accesibles en precio y tecnológicamente avanzados.
China, que ha invertido masivamente en la producción de VE y en el desarrollo de su propia infraestructura, ha logrado una ventaja competitiva significativa, permitiéndole exportar vehículos a precios más bajos que los de sus competidores europeos.
Este desequilibrio entre China y la UE se ve de forma clara en la balanza comercial. En 2023 se importaron a la UE 438.034 coches eléctricos de batería de China, por un valor de 9.700 millones de euros. En contraste, se exportaron tan solo 11.499 eléctricos de batería europea al gigante asiático, por un valor de 852,3 millones. Esto se traduce en que la cuota de mercado de los coches chinos en Europa ha pasado del 3% a más del 20% en los últimos tres años.
Este avance chino ha llevado a la Unión Europea a adoptar medidas drásticas para proteger a su industria. Recientemente, se ha implantado una medida histórica de aranceles a los vehículos importados de China. Así, los vehículos eléctricos fabricados en China tendrán que pagar al entrar en la UE unos aranceles que van del 17,4% hasta el 37,6%, lo que se suma al ya existente del 10%. Esta la mayor medida de defensa comercial que ha adoptado la Unión hasta la fecha, pero ya hay voces que critican el inicio de una batalla comercial en otras áreas como la cárnica, sin terminar de resolver el problema del vehículo eléctrico en Europa, para lo que muchos reclaman que se exija un mínimo de componentes europeos en los vehículos vendidos aquí.
El futuro de la industria: adaptación o declive
El sector de la automoción en Europa se encuentra en una encrucijada. Los fabricantes tradicionales deberán adaptarse rápidamente a las nuevas condiciones del mercado si quieren sobrevivir y prosperar. Esto implicará una mayor inversión en investigación y desarrollo para reducir los costes de los vehículos eléctricos y mejorar la infraestructura de carga, pero el reto está en que muchas de las empresas de la cadena de valor son pymes que no pueden hacer frente a esas grandes inversiones.
También será crucial encontrar maneras de aumentar la demanda, ya sea a través de incentivos más fuertes para los consumidores o de campañas que aclaren los beneficios a largo plazo de los VE.
Asimismo, las empresas europeas tendrán que competir no solo en precio, sino también en innovación y calidad, para contrarrestar la ofensiva china. La implantación de aranceles puede ofrecer un respiro temporal, pero no será suficiente para garantizar la sostenibilidad a largo plazo del sector si no va acompañada de un esfuerzo por fortalecer la competitividad de la industria europea.