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¿Qué se juega la industria si no atajamos la emergencia climática?

12 de abril de 2022

  • Si sigue subiendo la temperatura global, cada vez más veremos cómo los aviones no podrán despegar, los puertos no podrán operar y los coches no tendrán forma de propulsarse. La industria del transporte se juega mucho en la batalla contra el calentamiento global.

El aumento global de la temperatura debe limitarse a no más de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. La urgencia por cumplir el Acuerdo de París en materia de cambio climático aboca a las industrias a replantearse su modelo y apostar por energías limpias como el hidrógeno para lograr el objetivo de cero emisiones netas en 2050. 

Naval

La industria naval concentra el 80% de los transportes que se hacen en el planeta. Teniendo en cuenta que un gran buque de carga produce tanta contaminación como 50 millones de automóviles, no es de extrañar que desde la Unión Europea se exijan medidas de peso para reducir sus emisiones.

A diferencia de otras industrias, en donde la reducción de gases pasaría por una disminución en su uso o cambio de combustible, en la industria naval la clave es la velocidad de los buques. Con una reducción del 20% se lograría bajar las emisiones de óxidos de azufre y nitrógeno en alrededor del 24 % y también se producirían reducciones significativas en las emisiones de carbono negro. Al mismo tiempo, con esos nuevos límites de velocidad, se reduciría la contaminación acústica submarina en un 66% y la posibilidad de colisión con ballenas se aminoraría en un 78%.

Sin embargo, para atajar el problema de raíz, se buscan soluciones al combustible, estableciendo como preferencia el hidrógeno, sobre el que ya se han hecho pruebas y su utilidad a corto plazo es cada vez más una realidad.

De no abordar estos cambios, el nivel del mar seguiría subiendo y podría afectar de forma estructural a los puertos internacionales de todo el mundo. Solo en España, de aquí a 2050 la mayoría de los puertos verían aumentar el nivel del mar de más de 20 centímetros. Esto, aunque parezca una cifra menor, pondría en peligro la seguridad estructural de los diques y la exposición a meteorologías adversas. De hecho, el 65% de los puertos europeos está reforzando ya sus infraestructuras para adaptarlas al cambio climático.

En paralelo, la navegación marítima se haría más compleja y costosa por más fenómenos meteorológicos adversos, los buques de pesca podrían pescar menos por la reducción de especies y la industria auxiliar, tradicionalmente asentada en enclaves costeros, desaparecía o se vería abocada a moverse por cambios en los niveles del mar y la diversidad.

Aeroespacial

El reto en el sector aeroespacial es aún mayor. El incremento de la temperatura global hace que la cancelación de vuelos aumente año tras año a causa de la densidad del aire. Cuando la temperatura aumenta el aire es más ligero y hace que los aviones necesiten más combustible y más metros de pista para despegar. Cuanto más pesa la aeronave, más peligroso es operarla en estos climas, por lo que esto abocará a cancelaciones mucho más masivas que las actuales.

El ejemplo más representativo es en Estados Unidos, en el año 2017: más de 60 vuelos tuvieron que ser cancelados en Phoenix en un periodo de 3 días porque las temperaturas alcanzaron los 48,8 ºC.

Esta industria es la responsable de más de un 2% de emisiones en todo el planeta. La salida es utilizar nuevos materiales en las aeronaves para hacerlas más ligeras y explorar combustibles limpios, al menos para las distancias más cortas, ya que elementos como el queroseno son necesarios para distancias largas y por contra, tremendamente contaminantes.

Automoción

La automoción ya está viviendo efectos colaterales de la pandemia y las cadenas de suministros globalizadas, en los últimos dos años sus ventas globales se han reducido un 32,3%, castigadas por la falta de microchips. En unos años, esa falta podría ser de combustible para los propios coches, por su escasez o directamente su elevado precio, y es que estamos viendo cómo la crisis energética provocada por la guerra de Rusia pone en evidencia el modelo climático global basado en combustibles fósiles.

Cada vez más, la movilidad camina hacia un nuevo concepto, pasando a ser compartida, sostenible e inteligente.

En paralelo, los fabricantes deben enfrentarse al reto de la electrificación y combustibles verdes, pero no se debe olvidar que los componentes también juegan un papel clave en la reducción de emisiones y gases. Renovar piezas, baterías de coches eléctricos, el plástico de las carrocerías o los metales preciosos de los convertidores catalíticos se ha vuelto un negocio millonario por el que muchas empresas apuestan.

El 85% del peso de cada vehículo se puede reutilizar o reciclar mediante procesos como la fragmentación o la separación de las partes metálicas y plásticas de cada automóvil. La implementación de esta tecnología actualmente podría reducir en 2030 un 75% de las emisiones de CO2 y de un 80% del consumo de recursos por pasajero y kilómetro, según un informe publicado por el Foro Económico Mundial (FEM).