La crisis producida por la pandemia ha puesto en jaque a los procesos de producción, y ha aflorado dependencias tecnológicas e infraestructurales difíciles de solventar a corto plazo. Es el caso de los microchips, cuya producción mundial está copada en un 87% por Asia.
Dependencia asiática
En estos momentos el continente asiático es líder absoluto en todo lo relacionado a la fabricación de semiconductores, aglutina centros de fundición, de diseño y de creación de hardware, siendo la principal proveedora al resto de países, con una producción de 31.600 millones de chips por mes.
La empresa TSMC– ubicada en Taiwán- es la que acapara el 54% de cuota de mercado. No solo domina todo lo que engloba la fabricación, sino que también se muestra como la empresa tecnológica de referencia para nuevas innovaciones, como la producción de chips de 3 nanómetros de alta integración, que requieren procesos de mayor lentitud y complejidad en su elaboración.
¿Qué necesidades tiene Europa?
Las necesidades de Europa son más que notables, reducir la dependencia de estos componentes está dentro de las prioridades de la Unión Europea, con el objetivo de que las industrias puedan moldearse a sus propios ciclos de producción evitando parones innecesarios en la cadena de valor. Una de las empresas más afectadas es Stellantis, que han pasado hasta 25 días sin fabricar un vehículo comercial ligero con motor a combustión por la escasez de chips. A raíz de este problema, la compañía ya planifica una estrategia para contar con chips europeos en los próximos años y ha decidido fabricar cuatro nuevas familias de microchips para cubrir más del 80% de sus necesidades.
Para atajar estos problemas, la UE ha aprobado un nuevo PERTE dotado de 11.000 millones €, con el objetivo de que Europa no pierda este tren que lleva a la vanguardia del progreso industrial. El propósito principal es que para 2030 la fabricación del 20% de los chips mundiales se fabriquen en Europa, lo que supondrá tener que multiplicar por cuatro la fabricación actual, que apenas alcanza hoy un 8%.
Impulso a la relocalización europea
Con las evidencias en la escasez de fabricación y el impulso necesario por parte de las entidades públicas, empresas locales europeas se están lanzando a esta carrera acelerada. En Galicia existen varias, como Televés, que producen microchips basados en tecnología MMIC, con un elevado grado de miniaturización un proceso de diseño complejo. En 2021 lanzaron su microchip número 3 millones y trabajan ya en la siguiente generación de circuito para reducir a la mínima expresión los componentes electrónicos y diseñar circuitos integrados en aplicaciones de radiofrecuencia.
Así mismo, en Galicia, la Universidade de Vigo y Zona Franca buscan lograr la primera fábrica de microchips ópticos del sur de Europa. El proyecto lleva gestándose más de año y medio y aspira a captar hasta 25 millones de euros de los fondos Next Generation. Lejos aún de ser los mismos microchips que se fabrican en el continente asiático, esta planta de producción requerirá de una menor inversión y también tendrán una gran aplicación en los sectores de automoción, aeroespacial, metalurgia, naval o telecomunicaciones.
En este contexto, y con una dependencia tan marcada del gigante asiático en innovación y fabricación de semiconductores, la alternativa para la economía de los países occidentales pasa por una fabricación propia. Todo apunta a que solo con una menor dependencia en materia industrial, apostando por una relocalización europea de actividades tractoras como los semiconductores y toda su cadena de valor, podrán las industrias ser autosuficientes en materia de innovación y digitalización.